lunes, 5 de agosto de 2013

Investigación con animales

Sólo el 5% de las investigaciones en animales llega a los humanos.





Los roedores son utilizados por investigadores de todo el mundo en la lucha contra muchas enfermedades entre las que se encuentra el alzhéimer. Un metanálisis publicado en Public Library of Science (Plos) asegura que apenas un 5% de los “grandes descubrimientos” se ha materializado en algo práctico para los enfermos. Y un dato posiblemente más desalentador: lo hicieron diez años después de confirmada la prueba en el ratón.

En el análisis que hace Plos -una suerte de biblioteca universal de trabajos científicos- también se precisa que sólo el 11% de los “agentes” (moléculas, posibles fármacos) que responden a las pruebas y entran en el proceso son comercializadas, lo que hace que los hallazgos que se prueban en roedores y llegan finalmente al cuerpo humano sean prácticamente ínfimos. 

Los autores del análisis consideran que la primera causa de este desequilibrio es tan obvia como biológica: los humanos no son ratones.Y no olvidemos que, en el caso del alzhéimer, a los roedores se les "provoca" la enfermedad ya que ésta es solo de carácter humano.Los modelos animales han permitido a los científicos dilucidar muchos mecanismos fisiopatológicos de la enfermedad, como por ejemplo que la degeneración neuronal está a menudo precedida por un fallo de funcionamiento y una reorganización de las sinapsis con una disminución de la cantidad de proteínas sinápticas. Para ello, los investigadores incorporan en roedores - ratas y ratones - los genes humanos conocidos por causar daño. 


Pero estos modelos tienen inconvenientes: todas las lesiones de la enfermedad no necesariamente están presentes en el cerebro de los animales; la enfermedad no progresa a la misma velocidad y no siempre llegan a las mismas regiones del cerebro; los genes mutados son a menudo sobreexpresados para causar daño, de manera que la proteína mutada del animal está presente en una cantidad mucho mayor que en los seres humanos; y los genes mutados reflejan únicamente las formas familiares de la enfermedad de Alzheimer, las menos numerosas.

Lo que plantean en Plos sirve para contrarrestar otros informes que evidencian que, aunque finalmente no lleguen a los enfermos, muchas pruebas tienen resultados positivos que ayudan a desandar caminos a posibles y futuras curas. En uno de esos informes, por ejemplo, se estima que de 4.000 ensayos para enfermedades neurológicas, el 40% dieron resultados estadísticamente significativos.

El tema planteado en las últimas días ha desencadenado un interesante debate, ya que no son pocos los que aseguran que existen varias investigaciones que se anuncian como reveladoras y cuyos resultados terminan luego “abultados” por parte de la propia comunidad científica, lo que hace que se inviertan millones de manera innecesaria y durante varios años en investigaciones que un análisis detallado del trabajo podría evitar.Por ello, se ha generado una petición casi unánime de los estudiosos de la investigación científica internacional para que los ensayos con resultados negativos se publiquen igual que los positivos. Como en términos prácticos muchos saben que eso no sería del todo posible, dado que ningún medio buscaría difundir algo que no tiene nada de novedoso, la solución planteada desde la propia comunidad científica es que, aunque finalmente a las revistas vayan sólo los resultados positivos, existan bases de datos de libre acceso, como la estadounidense clinicaltrials.gov, donde se puedan consultar todos los ensayos independientemente de sus resultados. En el caso de España el Ministerio de Sanidad anunció recientemente la creación de una web en la que se recogerán los ensayos clínicos autorizados en el país. 

En cualquier caso, es importante recordar que cuando se publica un avance científico en animales, se trata de algo preliminar que tardará por lo menos una década en llegar a convertirse en un fármaco a disposición del enfermo, Y la gran mayoría de las moléculas investigadas se quedará en el camino. 
Hacerse eco de esta realidad es una obligación ética que ningún periodista puede eludir.

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